Fabricando, mercadeando y minimizando la presencia de Dios, Parte 2

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

En la publicación anterior, escribí algunas reflexiones sobre los intentos de fabricar y mercadear la presencia de Dios, ambas respuestas equivocadas a la experiencia de la presencia de Dios. Una persona comentó que lo que escribí parecía “crear vacilación sobre la búsqueda de Su presencia” y me animó a “fortalecer la fe de las personas para que encuentren a Dios y Su presencia.” Hoy, quiero hacer precisamente eso al abordar una tercera manera en la que podemos acercarnos de manera errónea a la presencia de Dios.

3. No queremos minimizar la presencia activa de Dios.

Dios siempre ha tenido la intención de habitar con su pueblo. Lo vemos con Adán y Eva en el jardín, en el mandato de Dios a los israelitas de construir un tabernáculo para morar entre ellos (Éx. 25:8, 29:46), en el ruego de Moisés para que la presencia de Dios los acompañara (Éx. 33:15-16), en la construcción del templo (2 Crón. 6:2), en la encarnación de Cristo (Mt. 1:23) y en los capítulos finales de Apocalipsis (Ap. 21:3-4).

Es motivo de asombro y maravilla constante que el Creador trascendente del universo desee habitar entre aquellos a quienes creó. La presencia de Dios sigue siendo una de las marcas distintivas del pueblo de Dios.

Pero, ¿hace eso alguna diferencia en la vida real? Una y otra vez nos reunimos esperando nada fuera de lo común, como si solo fuéramos nosotros, como si estuviéramos asistiendo a una reunión del Rotary Club. Nos conformamos con ejecutar bien nuestros planes y evitar desastres. Actuamos como si el Espíritu Santo solo sugiriera pensamientos para una reunión con antelación, pero nunca durante ella. Nos sorprenderíamos si alguien en nuestras reuniones levantara las manos en asombro, derramara lágrimas de convicción, riera de alegría o se arrodillara en reverencia. Simplemente no esperamos ese tipo de cosas en la iglesia.

Deberíamos. Cuando la iglesia se reúne, Dios mismo está presente con nosotros para bendecir, guiar, hablar, convencer, fortalecer, iluminar y edificarnos, todo con el propósito de que glorifiquemos más profundamente y de manera más consistente a Jesucristo. Adoramos a un Salvador resucitado, no a una figura histórica muerta.

Los domingos nunca son “un día más,” porque Dios está entre nosotros.

Nunca estamos “simplemente cantando canciones.” Estamos proclamando y meditando en realidades transformadoras que Dios utiliza para cambiar nuestra perspectiva, llenarnos de fe renovada y abrir nuestros ojos a su poder inconmensurable. Nos unimos a las miríadas de santos y ángeles alrededor del trono que alaban sin cesar al Cordero y al que está sentado en el trono (Heb. 12:22-24; Ap. 5:11-14).

Nunca estamos “simplemente escuchando un sermón.” Dios mismo nos está hablando cuando su Palabra es proclamada de manera fiel, cuidadosa, reflexiva y persuasiva. El Espíritu de Dios busca ablandar corazones, abrir ojos, revelar pecado e impartir fe. Dios está presente y obrando en nuestros corazones.

Nunca estamos “simplemente reuniéndonos unos con otros.” Nos encontramos con Dios en la presencia de Dios, invitados por Él, para celebrar el evangelio, disfrutar del milagro de ser sus hijos adoptivos a través de Jesucristo y ser transformados.

¿Cómo podemos anticipar experimentar la presencia de Dios sin desviarnos? Compartiré algunas ideas al respecto en mi próxima publicación.

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com