¿Qué tipo de canciones deberías dirigir este año?

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

He leído varios artículos y publicaciones sobre cómo determinar qué es lo mejor que puede cantar tu congregación.  

Al comenzar el nuevo año, se me ocurrieron tres reflexiones sobre el tipo de canciones que deberíamos dirigir en nuestras iglesias o ministerios. Esto no pretende ser una guía exhaustiva, pero puede servir como el mínimo indispensable para elegir nuestras canciones.

Elige canciones que las personas PUEDAN cantar.

Esto debería ser evidente. Pero las cosas importantes suelen ser así: evidentes y descuidadas.

En cierto sentido, las personas pueden cantar casi cualquier cosa. He estado en conciertos donde las multitudes cantan notas altas, ritmos complicados y letras poco claras con entusiasmo desbordante. Aunque quizás no suene tan agradable, no hay duda de que están cantando. Pero esto ocurre porque han escuchado esas canciones una infinidad de veces.

En la iglesia (e incluso en conferencias), no debemos asumir que todos tienen las mismas canciones en su lista de reproducción. O que todos siquiera usan listas de reproducción. Esto se debe tanto a nuestra cultura musical individualista como a la naturaleza multigeneracional de la iglesia. En la iglesia, no nos reunimos para usar la tonalidad que mejor haga lucir al líder, porque ¡toda la congregación está cantando!

Aquí algunas sugerencias para saber si las canciones son “cantables”:

  • Normalmente pueden aprenderse tras la primera o segunda vez que se escuchan, principalmente debido a la repetición melódica o rítmica.
  • Suelen estar dentro de un rango de un la bajo a un re alto. Se puede incluir notas más altas o bajas, siempre y cuando la canción no permanezca mucho tiempo en esas notas extremas.
  • No tienen melodías con demasiados giros inesperados ni tan simples que nadie las recuerde.
  • El líder canta la melodía de forma consistente y no agrega variaciones estilísticas cada compás.

Elige canciones que las personas QUIERAN cantar.

He leído comentarios de personas bien intencionadas que parecen indicar que a Dios no le importa en absoluto nuestras preferencias musicales. Eso puede ser cierto en cierto sentido, pero no categóricamente. ¡El canto está destinado a ser placentero! (Sal. 135:3, 147:1). Por supuesto, la principal razón por la que es placentero es porque estamos meditando y proclamando las obras, la palabra y la dignidad de nuestro gran Dios y Salvador. Pero también puede ser musicalmente agradable.

Una gran letra puede pasar desapercibida durante décadas, incluso siglos, si está asociada con una mala melodía. El himno Sublime Gracia de John Newton existió durante décadas antes de ganar tracción cuando se le asignó una melodía estadounidense.

Algunas reflexiones para determinar si las personas quieren cantar una canción:

  • Las personas comentan cuánto disfrutaron cantarla.
  • La mayoría de la congregación realmente canta la canción con entusiasmo.
  • La melodía se vuelve más atractiva con el tiempo, en lugar de parecer cansada al final de la canción o después de la segunda semana.
  • La melodía tiene un impacto emocional tanto en ti como en las personas que lideras.
  • La dinámica de la melodía coincide con el movimiento emocional de la letra. Es decir, cuando deseas expresar con fuerza una verdad sobre Dios, estás en la parte alta de tu rango vocal.

Elige canciones que las personas DEBAN cantar.

Puedes elegir canciones que las personas puedan cantar y quieran cantar, pero aún fallar al no elegir canciones que las personas deban cantar. Esta categoría puede incluso ser más importante que las otras dos en ciertos casos. Las canciones que se sienten bien no siempre son las mejores para nosotros. Las canciones que deberíamos cantar eventualmente nos harán sentir bien porque conforman nuestra mente y emociones a la Palabra de Dios.

Los Salmos son la principal referencia para el tipo de canciones que debemos cantar como pueblo de Dios. Contienen frases que, en general, nos hacen sentir incómodos al cantarlas: letras sobre desánimo, pruebas, dudas y desconexión. También contienen muchas palabras y están más enfocadas en la letra que en el acompañamiento musical. Hay mucho que aprender de los Salmos.

Colosenses 3:16 dice que debemos dejar que la palabra de Cristo habite en nosotros con toda riqueza mientras cantamos salmos, himnos y canciones espirituales con gratitud en nuestros corazones a Dios. Esa “palabra de Cristo” es el evangelio de Cristo, la buena noticia de que Jesús vino a rescatar a los pecadores del pecado, el juicio, la muerte y el infierno mediante su sacrificio sustitutivo en la cruz. Incluye el hecho de que fue completamente Dios y completamente hombre, vivió una vida perfecta de obediencia, murió en nuestro lugar, resucitó, ascendió a la diestra del Padre y ahora intercede por su pueblo, y que un día regresará para reinar por siempre. ¿Nuestras canciones dejan claras esas realidades en la mente y el corazón de las personas?

Algunas ideas sobre cómo saber cuáles canciones debemos cantar:

  • Las personas entienden mejor quién es Jesús, qué hizo y por qué lo hizo al cantar nuestras canciones.
  • Ayudan a las personas a profundizar en su teología y a conectar con la historia.
  • Hay una buena posibilidad de que sigamos cantando estas canciones dentro de un año, tal vez cinco, o incluso 100 años.
  • Las personas se quedan con verdades que las transforman, no solo con melodías que las conmueven.
  • Hay suficiente contenido en nuestras canciones como para sostenerse sin música.
  • Una canción en particular aporta variedad, profundidad y/o extensión a las canciones que estamos cantando; es decir, salmos, himnos y canciones espirituales.

Como mencioné, esto no es en absoluto exhaustivo ni pretende ser una regla inflexible. Pero si eres responsable de elegir canciones, oro para que este artículo te motive a ser más intencional y selectivo en los días venideros. Las canciones son solo una parte de la vida cristiana, pero si se dirigen intencionalmente y con sabiduría, pueden ser un medio de gracia para cambiar corazones y transformar vidas para la gloria del Salvador. No perdamos esa oportunidad.

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com