Den gracias al Señor, invoquen Su nombre; Den a conocer Sus obras entre los pueblos. Cántenle, cántenle; Hablen de todas Sus maravillas. Gloríense en Su santo nombre; Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Busquen al Señor y Su fortaleza; Busquen Su rostro continuamente. Recuerden las maravillas que Él ha hecho, Sus prodigios y los juicios de Su boca, Oh simiente de Abraham, Su siervo, Hijos de Jacob, Sus escogidos. (Salmo 105:1-6)
Recientemente, hemos estado pasando por una especie de mini crisis en casa. Mi suegra, de 85 años, padece demencia. Aunque ha vivido con nosotros por más de 7 años, ha olvidado por completo que alguna vez ha vivido aquí. A medida que su estado mental ha ido deteriorándose lentamente, mi esposa, Julie, ha comenzado a cocinarle todas las comidas, hacer las compras por ella y atender constantemente sus necesidades. Además, yo me he encargado de sus finanzas y de asegurarme de que sus asuntos estén en orden. ¿Por qué menciono esto? Porque ella no recuerda nada de eso. Pasa gran parte del día confundida, deprimida y, a veces, enojada. “¿Dónde están todas mis cosas? ¿Por qué no puedo salir de aquí? ¿Por qué me están tratando tan mal? ¿Quién eres tú?”
Al reflexionar sobre nuestra situación, me di cuenta de cuán frecuentemente nos relacionamos con Dios como si tuviéramos demencia espiritual. Nos despertamos en la mañana cargados de responsabilidades y olvidamos cómo Él cuidó de nosotros ayer. Recordamos las cuentas que debemos pagar, pero olvidamos las incontables formas en que Él ha provisto en el pasado. La culpa, la condenación y la ansiedad están clarísimas, pero el perdón que nuestro Salvador compró en el Calvario se convierte en un recuerdo borroso. Entonces nos quejamos. Luchamos contra la depresión. Nos confundimos. Reaccionamos con enojo. “¿Por qué no puedes cambiar mi vida? ¿Por qué me estás tratando tan mal? ¿Quién eres tú?”
El salmista nos exhorta sabiamente: “dad a conocer sus obras… hablad de todas sus maravillas… acordaos de las maravillas que él ha hecho, de sus prodigios y de los juicios de su boca.” Uno de los principales problemas que enfrentó el pueblo de Israel fue simplemente olvidar quién era Dios y lo que Él había hecho. En el desierto, Israel “se olvidó muy pronto de sus obras” y “se olvidaron de Dios su Salvador, que había hecho grandezas en Egipto.” (Salmo 106:13, 21) ¡Cuánto nos parecemos a ellos!
Por eso es que leemos repetidamente la Palabra de Dios, oramos, cantamos y nos reunimos con el pueblo de Dios. Es la razón por la que es tan importante encontrarnos con Dios en la mañana y llenar nuestra mente con Su Palabra. Al igual que mi suegra, luchamos diariamente con la tendencia de olvidar todo lo que sabemos acerca de Dios, y concluimos que, en última instancia, todo depende de nosotros.
Recuerda hoy las maravillas del Señor. Recuérdaselas a otros. Y nunca olvides que nuestro Dios y Salvador es mucho mejor de lo que alguna vez podremos recordar o imaginar. Su grandeza es insondable. (Salmo 145:3)
*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com