Encontrando esperanza en las profundidades

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

Escribo esto después de haber pasado la mayor parte de las últimas 24 horas en cama con gripe. Te ahorraré los detalles, pero al final terminó afectando a todos, excepto a Chelsea. La familia que invitamos a cenar anoche también cayó. Fue un pequeño “regalito” especial que les dimos…

Lo que ha estado rondando por mi mente en distintos momentos es el inicio del Salmo 130:
“De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. Señor, oye mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica.” No estoy seguro de a qué “profundidades” se refería el salmista, pero definitivamente siento que yo he estado ahí. Sin motivación, sin fuerzas, sin deseo de hacer nada más que quedarme ahí mismo en la cama.

Pero incluso cuando el dolor físico es lo peor, no es mi mayor problema. Mi pecado lo es.
“JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado”. Si Dios no nos perdonara, no podríamos temerle. No podríamos amarlo, ni reverenciarlo, ni honrarlo. Estaríamos sin esperanza y sin Dios en el mundo. (Efesios 2:12)  Pero como tenemos la promesa misma de Dios de que Él perdonará todas nuestras iniquidades, podemos tener esperanza, aun en las circunstancias más sombrías.

Por eso el salmista acude a su única fuente de consuelo: “Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana”. Me parece revelador que, en medio de su prueba, el salmista no estaba esperando primero la salud, ni la liberación, ni la provisión. Estaba esperando al Señor. Sabía que cualquier ayuda que recibiera sería resultado de la intervención y la bondad de Dios. Sea cual sea nuestra necesidad, en última instancia, Dios es la respuesta.Entonces concluye con una exhortación: “Espere Israel a Jehová, porque en Jehová hay misericordia, y abundante redención con él; y él redimirá a Israel de todos sus pecados”.

¿Fue la prueba del salmista la que le hizo darse cuenta de su necesidad de Dios? ¿O fueron sus dificultades las que sacaron a la luz el fruto de una devoción continua al Señor? Probablemente ambas cosas. En cualquier caso, ha visto suficiente de Dios como para animar a otros: ¡Espera en el Señor! ¡Él da misericordia y abundante redención! Una vez más, su enfoque regresa a nuestra mayor necesidad: la reconciliación con Dios. Si Dios puede perdonar mis incontables actos de rebelión, orgullo y egoísmo, ¿cómo podría dudar siquiera un momento de que no será fiel en mi situación presente? La enfermedad puede tener un efecto maravillosamente clarificador, porque nuestra perspectiva está más cerca de la realidad cuando más sentimos nuestra necesidad. Sin lugar a dudas, el mayor beneficio de estas últimas 24 horas es que soy más consciente de quién soy incluso cuando no estoy enfermo: una criatura indefensa que depende del poder sustentador de su Creador para cada respiración. Esta situación me ha recordado que la salud física no es un derecho, sino un regalo. La enfermedad, la persecución, la confusión y otras cosas más están diseñadas para hacerme más consciente de mi necesidad de la gracia, y de la abundante provisión de Dios por medio del Evangelio. Y por eso, estaré eternamente agradecido.

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com