He pasado una buena cantidad de tiempo durante los últimos años usando el libro El Valle de la Visión en mis encuentros con Dios por la mañana. Es una colección de oraciones de varios puritanos, recopiladas por Arthur Bennett. Aparte de la Palabra de Dios, es la herramienta más útil que he encontrado para exponer la profundidad de mi pecado y el mayor poder y gloria del Evangelio.
Aquí hay una sección de la oración llamada “El Motor” que me ha impactado profundamente:
Oh Señor, me asombra la diferencia
Entre lo que recibo y lo que merezco,
Entre el estado en el que estoy ahora y mi pasada falta de gracia,
Entre el cielo al que me dirijo y el infierno que merezco.
¿Quién me hizo diferente, sino tú?
Porque no estaba más dispuesto a recibir a Cristo que otros;
No podría haber comenzado a amarte si tú no me hubieras amado primero,
Ni habría estado dispuesto a menos que tú me hubieras hecho así.
¡Oh, que una corona así encaje en la cabeza de un pecador como yo!
¡Tal exaltación para alguien tan infructuoso!
¡Tales gozos para un rebelde tan vil!
Cuando me siento a encontrarme con Dios, normalmente no estoy asombrado por la diferencia entre lo que merezco y lo que estoy recibiendo. Más a menudo me pregunto por qué no recibo MÁS bendiciones, no veo MÁS frutos, ni obtengo MÁS reconocimiento por las cosas que hago. Estoy “asombrado” de que mi secadora haga ruido otra vez, de que no todos piensen que mis ideas son brillantes, o de que uno de mis hijos cuestione mi autoridad. ¡Estoy tan desconectado de la realidad!
Sin embargo, mi relación con Dios es un lugar donde el asombro siempre es apropiado. Porque mi vida está escondida con Cristo (Col. 3:3), no recibo nada de lo que merezco, y recibo todo lo que no merezco: perdón completo, vida eterna, comunión con mi Padre celestial, y la certeza de que cada detalle de mi vida está siendo usado para la gloria de Dios y para mi bien.
Señor, asombra mi corazón hoy. Haz que me maraville por tu gracia, que me anime tu misericordia interminable y que halle consuelo en cada prueba, sabiendo que, por causa de mi Salvador, nunca recibiré lo que merezco.
*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com