El Salmo 78 es un masquil de Asaf, y uno de los 12 Salmos atribuidos a Asaf. Si bien no podemos estar seguros de que Asaf realmente los haya escrito, sí podemos estar seguros de que su influencia perduró por siglos.
Asaf ministró en el tabernáculo como levita. Cuando David recuperó el arca del pacto y la llevó de regreso a Jerusalén, Asaf fue designado por los otros levitas “para levantar sonidos de gozo” con los címbalos (1 Crón. 15:16). Más adelante, Asaf fue elevado de tocador de címbalos a músico principal. David lo comisionó para estar entre los que ministraban y adoraban regularmente en el tabernáculo, para invocar, dar gracias y alabar al SEÑOR (1 Crón. 16:5).
Cuando David reunió a otros músicos para adorar en el tabernáculo, escogió a algunos que eran los “hijos de Asaf.” Los “hijos de Asaf” podrían referirse a sus parientes de sangre o a quienes él estaba discipulando. Estos “hijos” debían servir al Señor profetizando con arpas, salterios y címbalos (1 Crón. 25:1-2).
Asaf y sus hijos sirvieron con tanta fidelidad bajo el reinado de David que Salomón los designó para servir en la dedicación del templo. Fue allí donde “se elevó el canto con trompetas, címbalos y otros instrumentos musicales, en alabanza al SEÑOR.” Y cantaron: “Porque Él es bueno, porque para siempre es su misericordia” (2 Crón. 5:13).Lado a lado, Asaf enseñó, instruyó y ministró fielmente junto a sus hijos y otros, quienes a su vez hicieron lo mismo con sus propios hijos, quienes a su vez enseñaron a los suyos, y así sucesivamente por generaciones.
Unos 100 años después, el rey Josafat oró por protección ante ejércitos invasores y recibió una palabra profética dada por Jahaziel, uno de los hijos de Asaf (2 Crón. 20:14). Ciento cuarenta años después de eso, durante el reinado de Ezequías, los hijos de Asaf estaban entre los levitas que limpiaron y consagraron el templo para que la adoración a Dios pudiera ser restaurada (2 Crón. 29:12-15).
Ochenta años después, tras la gran apostasía y el hallazgo del Libro de la Ley, el rey Josías quiso celebrar la Pascua nuevamente.
Los cantores resultaron ser descendientes de Asaf (2 Crón. 35:15).
Cuando los israelitas regresaron a Jerusalén del cautiverio en Babilonia, casi 400 años después de la dedicación del templo, Esdras registra que entre los exiliados numerados había 148 “cantores: los hijos de Asaf.” Y cuando se colocaron los cimientos del templo, una vez más fueron los hijos de Asaf quienes dirigieron la adoración (Neh. 7:44; 11:17).
Asaf y sus descendientes fueron intencionales y diligentes en transmitir la práctica y comprensión de la adoración musical a las generaciones futuras. Y su enfoque fue inconfundible: “Dios es bueno, porque para siempre es su misericordia.” Tomaron en serio el mandato de proclamar esa verdad a las generaciones venideras.
¿Qué tan en serio tomamos nosotros el mandato de contarle a las generaciones futuras lo que sabemos acerca de Dios y de adorar a Dios?¿Cuántos de nuestros pensamientos sobre la música y la adoración giran en torno a lo que nos gusta, lo que preferimos, lo que nos interesa y lo que nos resulta atractivo? ¿Y con qué frecuencia esa actitud se transmite a la siguiente generación, que luego se enfoca en lo que les resulta atractivo a ellos?
Sospecho que esta puede ser una de las razones por las que las iglesias desarrollan reuniones separadas para diferentes gustos musicales. A corto plazo, puede que traiga a más personas a tu iglesia. Pero a largo plazo nos mantiene atrapados en la mentalidad de que los estilos musicales tienen más poder para dividirnos que el evangelio para unirnos.
¿Cómo transmitimos valores bíblicos de adoración a las generaciones futuras si ni siquiera podemos cantar en el mismo lugar con ellos?
Tenemos que mirar más allá de nuestra propia generación, tanto al pasado como al futuro, si queremos entender claramente lo que Dios quiere que hagamos ahora. De lo contrario, podemos ser culpables de un narcisismo cronológico que siempre ve nuestra generación como la más importante. Como dijo sabiamente Winston Churchill: “Cuanto más lejos puedas mirar hacia atrás, más lejos podrás ver hacia adelante.”
Basta de pensar en nosotros mismos y en qué tipo de música nos gusta usar para adorar a Dios. Dios quiere que tengamos la mirada puesta en nuestros hijos, nuestros nietos, e incluso nuestros bisnietos. Tenemos un mensaje que proclamar: “Dios es bueno, porque para siempre es su misericordia.”
No permitamos que la miopía o las preferencias egoístas nos impidan proclamarlo juntos.
*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com