Hoy me gustaría hablar sobre el ídolo de la REPUTACIÓN, especialmente tal como se manifiesta en la vida de los líderes. Dios aprueba una buena reputación en Proverbios: Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y el favor, que la plata y el oro (Proverbios 22:1). Eso significa que Dios desea que nuestras vidas estén marcadas por virtudes como la piedad, la integridad y la fidelidad. Sin embargo, nunca debo buscar un buen nombre a costa del nombre de Dios. Jamás debo preocuparme más por mi reputación que por la de Él.
El ídolo de la reputación es sutil. Se disfraza con actos piadosos, pero se revela a través de respuestas o pensamientos impíos. Es triste, aleccionador y aterrador pensar que puedo usar el acto de adorar a Dios para tratar de verme mejor ante los ojos de los demás. Lo he hecho incontables veces. Estas son algunas maneras en que he visto que este ídolo se expresa con el paso de los años…
- “Me pregunto si alguien notó ese excelente adorno que hice en el piano…”
- “Mi voz es MUCHO mejor que la de ella.”
“¡Esa fue una EXCELENTE selección de canciones la que hice esta mañana!” - “¿Cómo que quieren recortar cinco minutos del tiempo de alabanza?”
- “¿Por qué no me piden cantar más?”
- “No necesito ensayar como los demás.”
- “Yo JAMÁS cantaría en el coro. Soy solista.”
Estos son los pensamientos más evidentes de autoexaltación. He sido culpable de todos ellos. Sin embargo, la misma raíz puede manifestarse también en la ansiedad o la autodevaluación.
- “Me pregunto si a la gente le gustará la alabanza de hoy.”
- “Tengo el estómago hecho un nudo antes de cada reunión.”
- “La adoración estuvo pésima esta mañana.”
- “No me pidas cantar ni tocar un solo.”
Estas reacciones suelen estar enraizadas en el temor a no recibir el reconocimiento o la aprobación que anhelamos. Como tememos no ser honrados, ponemos excusas, aspiramos a lo mínimo, alimentamos la incredulidad y nos dejamos dominar por la ansiedad. En resumen, dejamos de honrar a Dios. En ambos casos, el objetivo es el mismo: mejorar lo que los demás piensan de nosotros, en lugar de lo que piensan de nuestro Salvador.
Aunque los músicos y pastores no son más pecadores que los demás, sí enfrentamos tentaciones particulares de las que debemos estar conscientes. Ya que gran parte de lo que hacemos ocurre frente a otras personas, podemos ser tentados a robarle la gloria a Dios. Eso es lo que quiero decir con servir al ídolo de nuestra reputación. Por supuesto, quienes no son líderes también pueden servir al mismo ídolo. Mientras cantamos alabanzas a Dios, podemos preguntarnos si estamos afinados, si parecemos lo suficientemente apasionados (o contemplativos), o si las personas a nuestro alrededor están REALMENTE adorando a Dios.
Hace años, estuve en Inglaterra en una gran conferencia cristiana. Durante un seminario, fuimos guiados en la adoración congregacional por un guitarrista que, en mi opinión, era promedio en todos los aspectos. Al terminar lo que yo habría descrito como un tiempo lamentable de adoración en canto, el anciano a mi lado se giró hacia mí. Con una sonrisa radiante, me preguntó: “eso fue simplemente hermoso, ¿no crees?”. Quise decir que no, pero el Espíritu Santo me detuvo antes de que la respuesta saliera de mi boca.
Lo que comprendí fue que solo uno de nosotros había estado adorando a Dios en ese momento… y no era yo. Yo estaba ocupado adorándome a mí mismo, exultando en mi conocimiento sobre la adoración, mis experiencias, mi formación, mi trasfondo. No hace falta decir que Dios no estaba impresionado. Pero a éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante Mi palabra (Isaías 66:2b). Que Dios nos conceda Su gracia para buscar verdaderamente Su reputación por encima de la nuestra cada vez que nos reunamos para adorarlo.
*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com