Esta mañana, una de mis lecturas devocionales fue Mateo 6. Tres veces estas palabras llamaron mi atención:
“Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.” (Mt. 6:4, 5, 18)
Jesús usó esa frase cuando hablaba sobre dar, orar y ayunar. Eso me hizo pensar más cuidadosamente sobre dirigir a otros en la adoración a Dios.
Tiendo a pensar que las partes más importantes de mi vida son las que todos ven. Los domingos por la mañana, conferencias, eventos públicos. Paso mucho tiempo preparándome para los momentos en que estoy frente a la gente. Tengo la tendencia de pensar que esos tiempos deben tener mayor significado que lo que hago cuando nadie me está mirando. Ciertamente, Dios está observando más de cerca y más se logra para el reino cuando lidero multitudes que cuando estoy solo. ¿Cierto?
Quizás.
Como siempre, Jesús rompe mis suposiciones. Lo que Él dijo puede revolucionar cómo pienso sobre el ministerio público.
1. Dios piensa que lo que hago cuando nadie me ve es muy importante.
El tiempo a solas puede parecer tan insignificante. Por eso podemos llenarlo tan fácilmente con actividades aparentemente inofensivas como Facebook, Twitter, videojuegos, TV, películas, navegar por la web; o con actividades más abiertamente pecaminosas como ver pornografía, alimentar el resentimiento o codiciar lo que no tenemos. Pero Dios lo ve todo. Nuestro Padre celestial ve lo que hacemos en secreto. Meditar en eso consistentemente seguramente nos llevará al temor del Señor.
2. Las recompensas de la eternidad son mejores que las recompensas de esta vida.
Incontables millones de personas pasan sus vidas persiguiendo metas, posesiones y logros que desaparecerán cuando mueran. Jesús nos revela un secreto: las recompensas por las que vale la pena vivir son las que el Padre entregará en el último día. En ese momento, el número de lectores de mi blog, amigos en Facebook, seguidores en Twitter o fans no tendrá ningún efecto en mi estado ante Dios. Entonces, ¿por qué esas cosas son tan importantes para mí ahora?
3. Ser recompensado por el Padre es infinitamente más importante que ser recompensado por las personas.
No hay nada inherentemente malo en honrar a otros o ser honrado. De hecho, Dios nos dice que demos honor a quien honor merece (Rom. 13:7). El problema surge cuando vivimos para buscar la alabanza de los hombres en lugar de la alabanza de Dios (Jn. 5:41-44). Cuando actuamos espiritualmente simplemente para impresionar a otros, esa es toda la recompensa que obtendremos. Pero cuando, por la gracia de Dios en Cristo, escuchemos “bien hecho” en el último día, nos daremos cuenta en un instante de que esa fue la única evaluación que importó.
En resumen: si mido mi madurez solo por lo que hago cuando otros pueden verme, puedo estar terriblemente engañado sobre mi verdadero estado delante de Dios.
Que seamos fieles en ayudar a las personas en nuestras iglesias a recordar que nuestro Padre celestial ve y recompensa lo que hacemos en secreto.
*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com