Recibiendo el testigo de una generación anterior

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

Al correr las últimas vueltas de mi carrera en esta tierra (por el tiempo que el Señor lo permita), uno de mis mayores gozos y deseos es servir a la próxima generación.

Cuando estaba en mis veintes, asumía, con algo de arrogancia, que mis amigos y yo teníamos mejores ideas que cualquiera que fuera mayor que nosotros. Eso incluía todo: desde estilos de música hasta prácticas de liderazgo y cómo criar una familia. Treinta años y muchas experiencias humillantes después, ahora sé que ninguna generación empieza desde cero. Lo sepamos o no, estamos parados sobre los hombros, la sabiduría y las experiencias de quienes nos precedieron, y debemos buscar aprender todo lo que podamos de ellos.

Sé que suena un poco egoísta viniendo de alguien de mediados de los cincuenta. Pero muchos de los jóvenes líderes con quienes he tenido el privilegio de trabajar, especialmente en las áreas de música de iglesia y adoración, entienden mejor de lo que yo jamás entendí la importancia de beneficiarse del pasado mientras forjan un nuevo camino hacia el futuro. Y le doy gracias a Dios por ellos.

El año pasado di un mensaje sobre transferir la responsabilidad ministerial a la próxima generación. En mi preparación, encontré algunos principios para pasar el testigo en una carrera de relevos que son sorprendentemente relevantes para los jóvenes líderes.

La carrera se trata del testigo, no de los corredores.

Una carrera de relevos carece de sentido a menos que el testigo se pase exitosamente de un corredor al siguiente. Un corredor sin testigo corre en vano.

Para los cristianos, el “testigo” es el evangelio. Mientras se acercaba al final de su vida, Pablo le escribió a Timoteo: “Guarda, mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros, el tesoro que te ha sido encomendado” (2 Tim. 1:14). Estas son las palabras de un hombre que sabe que pronto enfrentará la muerte y es más consciente que nunca de lo que debe ser transmitido: “Guarda el tesoro.” Guarda las buenas noticias de que Jesucristo “puso fin a la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio” (2 Tim 1:10). De todo lo que recibimos de quienes nos precedieron, nada es más importante que el evangelio.

Cuando somos discipulados, naturalmente esperamos aprender maneras de pensar, prácticas y metodologías útiles. Eso es bueno. Cuando pasamos mucho tiempo con alguien, incluso podemos desarrollar inflexiones vocales, gestos o maneras de reír similares. Pero cualquiera que sea lo demás que aprendas de quienes te enseñan, asegúrate de recibir el evangelio. Quienquiera que sean tus maestros y mentores, no son tan importantes como el evangelio que proclaman.

El objetivo no es convertirse en el próximo Billy Graham, el próximo John Piper o el próximo quien sea. El objetivo es ser fieles al evangelio inmutable: “Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu” (1 Pedro 3:18). Al aplicar lo que has aprendido de otros a tu vida y ministerio, asegúrate de no perder lo que más importa.

Una carrera de relevos involucra a más de una persona.

En el a menudo individualista mundo del atletismo, el relevo es una carrera única. Requiere trabajo en equipo que otras carreras no. El corredor que cruza la meta depende integralmente de quienes corrieron antes que él.

De la misma manera, necesitamos a quienes nos precedieron. Estamos corriendo la misma carrera. Hebreos 11 es un recordatorio claro de que somos solo una pieza del glorioso tapiz que Dios está tejiendo para Su gloria.

Tener una mentalidad de relevos significa ser uno de los hombres fieles que Pablo describe a Timoteo (2 Tim. 2:2). ¿Qué puede impedir que seas parte del equipo de relevos? Interactuar poco con quienes son de otra generación. Pasar la mayor parte de tu tiempo reflexionando sobre las ideas de tus pares. Criticar cualquier idea o práctica que no sea altamente relevante o “cool”. Solo leer libros impresos en la última década —o peor aún, limitar tu lectura al mundo de los blogs o Twitter.

Cultivar la humildad que reconoce la necesidad de voces mayores y más sabias que las tuyas no es fácil. Pero vale totalmente la pena.

Los corredores deben desarrollar una dependencia y confianza mutuas.

Los corredores de relevos pasan horas practicando su entrega. Estudian los hábitos de cada uno, conocen sus velocidades y entienden sus fortalezas y debilidades.

Escuchar simplemente las enseñanzas de cristianos más maduros traerá fruto, pero una transferencia segura requiere un vínculo de confianza. Esa confianza se desarrolla mediante experiencias compartidas, conversaciones abiertas, aplicar el evangelio a los pecados y éxitos, y demostrar una confianza firme en Dios en medio de desacuerdos y dificultades.

Trabaja duro para encontrar a alguien de quien no solo puedas aprender, sino con quien puedas compartir la vida. Practica aprender con entusiasmo, recibir con humildad e implementar fielmente lo que aprendes, confiando siempre en que el Espíritu Santo de Dios traerá fruto a través de tu trabajo.

Haz que sea fácil para quienes han corrido la carrera antes que tú pasar lo que han aprendido.

Después de todo, antes de que pase mucho tiempo, serás tú quien esté pasando el testigo a alguien más.

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com