Acercándose a Dios

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

“Oh Padre de Jesús, ayúdame a acercarme a Ti con la más profunda reverencia, no con presunción, no con temor servil, sino con santa valentía. Tú estás más allá del alcance de mi entendimiento, pero no más allá del alcance de mi amor.”

Mi manera de ver a Dios tiende a inclinarse hacia uno de dos extremos. O pienso en Él como alguien familiar, accesible y muy parecido a mí; o lo imagino como alguien distante, temible y completamente ajeno. Estas líneas iniciales, tomadas de la oración “El amor de Jesús” del libro The Valley of Vision, capturan con precisión la tensión que sentimos al adorar a un Dios que es trascendente e inmanente a la vez.

“Oh Padre de Jesús.” Desde el comienzo se me recuerda que, aunque yo soy hijo de Dios por adopción, Jesús es el Hijo de Dios eterno e inmutable. Solo podemos acercarnos a Dios a través de la obra del único mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo. (1 Timoteo 2:5). En Cristo hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual, escogidos, y adoptados como hijos. (Efesios 1:3-6). ¡Qué gozo es poder llamar a Dios “Padre” porque Jesús se ha hecho nuestro hermano! (Hebreos 2:11)

“Ayúdame a acercarme a Ti con la más profunda reverencia, no con presunción.” La reverencia es la respuesta apropiada de la criatura ante su Creador. Es reconocer que Dios no es como nadie más y que es infinitamente superior a Su creación. Un sinónimo bíblico sería “el temor del Señor”. La reverencia más profunda es lo opuesto a la presunción, definida como “una actitud arrogante o atrevida”. En otras palabras: atrevimiento, descaro, falta de respeto. La presunción se manifiesta cuando creo que puedo decirle a Dios lo que sea, cuando pienso que a Él no le importa realmente mi pecado, o cuando me relaciono con Él como si fuera un genio en una lámpara, que debe cumplir todos mis deseos.

“No con temor servil, sino con santa valentía.” El temor servil es la actitud de un siervo frente a un amo cruel, severo o exigente. Se caracteriza por el miedo constante, la ansiedad y una culpa sin consuelo. ¡Qué diferente es la relación que nuestro Salvador ha hecho posible por medio de Su sacrificio una vez y para siempre! Ahora Dios nos invita a acercarnos a Él por un camino nuevo y vivo, abierto para nosotros mediante la muerte expiatoria de Su Hijo. (Hebreos 10:19-22). ¡No hay razón para alejarnos! Podemos acercarnos a Dios por medio de Jesucristo, “en quien tenemos libertad y acceso a Dios con confianza por medio de la fe en Él”. (Efesios 3:12)  “Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia y hallemos gracia para la ayuda oportuna.” (Hebreos 4:16 NBLA)  Las dudas, la condenación, el temor al rechazo y la conciencia de culpa han sido tratados de manera definitiva y autoritativa en el Calvario.

“Tú estás más allá del alcance de mi entendimiento, pero no más allá del alcance de mi amor.” La santidad ardiente de Dios debería consumirnos instantáneamente, pero Su misericordia tierna nos atrae con insistencia. ¿Cómo resolvemos este aparente contraste? Al mirar constantemente y confiar siempre en la obra terminada del Salvador, cuyo sacrificio sustitutorio satisfizo plenamente la justicia de Dios y manifestó Su misericordia abundante. Habrá momentos, al reunirnos para adorar, en que sintamos que no conocemos del todo a Dios. Pero no debemos permitir que lo que no entendemos de Dios nos impida amarlo por lo que sí sabemos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito…” (Juan 3:16 NBLA) Y por eso, le daremos gracias por toda la eternidad.

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com