Agradecido por la misericordia

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

“Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, ten piedad de mí, pecador.” (Lucas 18:13)

Recientemente escuché un sermón basado en Lucas 18:9-14, sobre el fariseo y el recaudador de impuestos. Fue maravillosamente aleccionador y alentador. El pastor destacó muchas de las diferencias entre las actitudes y acciones de los dos hombres. Señaló que el fariseo menciona a Dios solo una vez en su oración, mientras que usa el pronombre “yo” cinco veces. Su objetivo no es buscar a Dios, sino impresionarlo. Su oración, en lugar de ser una expresión de dependencia, es un ejercicio de autoexaltación. En contraste, el recaudador de impuestos se describe a sí mismo como un “pecador”. O más precisamente, como  “el pecador”.

Con quién me comparo cuando oro hace toda la diferencia. Y típicamente me evalúo a mí mismo comparándome con el comportamiento de otros, igual que el fariseo. Si mi enfoque está en quienes me rodean, no estoy buscando misericordia, sino adoración. Mi oración no es: “Dios, ten piedad de mí, pecador”, sino: “Dios, recompénsame, un cristiano mejor que el promedio”, o, “Dios, complácete conmigo, un padre generalmente superior”, o incluso: “Dios, obsérvame, un pastor de alabanza inusualmente fiel”.

Recientemente vi esta tendencia de justicia propia en mi vida cuando terminé de hojear una revista y vi que otros eran elogiados, citados y recibían reconocimiento. Me fui sintiéndome levemente desanimado y no sabía por qué. Empezaron a pasar preguntas por mi mente. “¿Por qué no me mencionaron? ¿De verdad pensaron que eran TAN buenos? ¿Por qué nadie señala sus defectos?” Esto rápidamente derivó en autocompasión. “Ni siquiera debería estar haciendo esto. ¿Quién me creo que soy? Nadie nota lo que hago”. Es doloroso incluso escribir estas palabras.

Por la gracia de Dios, reconocí la fuente de mi malestar y comencé a confesar mi necesidad de una justicia que no es la mía. En mis intentos de recibir crédito, perdí de vista mi necesidad de misericordia. Esta parábola habla directamente a mi tentación. Jesús la dirigió a aquellos “que confiaban en sí mismos porque eran justos, y despreciaban a los demás.” (Lucas 18:9)

Jesús no podría ser más claro. Él quiere liberarnos de nuestros aparentemente interminables intentos de justificarnos ante Dios en base a nuestros propios logros. Venimos a Él por misericordia, o no venimos en absoluto.

“Dios, ten piedad de mí, pecador”.

Qué palabras tan preciosas, sabiendo que Dios mismo ha provisto esa misericordia por medio del sacrificio expiatorio de Su único Hijo.

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com