“Busqué al SEÑOR, y Él me respondió, y me libró de todos mis temores. Los que a Él miran son resplandecientes, y sus rostros jamás serán avergonzados.” (Salmo 34:4-5)
Después de casi 30 años de matrimonio, mi esposa ha desarrollado la capacidad de saber lo que estoy pensando solo con mirar mi rostro.
- Julie: “¿Qué te pasa?”
- Yo: “Nada.”
- Julie: “Sí, algo te pasa. ¿Qué es?”
- Yo: “¿Cómo sabes que algo me pasa?”
- Julie: “Tienes esa cara de ceño fruncido, cejas bajas… la clásica ‘algo me preocupa.”
Y siempre tiene razón. Claro, no hace falta estar casado tres décadas para saber lo que hay en el corazón de una persona con solo mirarle la cara. Cuando estoy cantando alabanzas a Dios (o tocando un instrumento), mi rostro dice mucho sobre lo que estoy pensando. Si estoy preocupado por si a los demás les gusta o no mi voz, tal vez mi rostro muestre tensión. Si soy músico y tengo miedo de equivocarme, quizá me vea tenso o con la mirada perdida. Si estoy enfocado en impresionar a otros, es probable que mi rostro no esté respondiendo a las verdades que estoy proclamando.
Sin embargo, si mi corazón está enfocado en confiar y exaltar a mi Salvador, Dios dice que mi rostro será “resplandeciente”, es decir, que irradiará gozo, amor, y vida. A veces, quienes guiamos al pueblo de Dios en la alabanza hacemos cualquier cosa menos inspirar a la congregación con nuestra expresión. Y no se trata solo de “poner cara de alegría” o de “ser el ejemplo.” Se trata de preguntarnos: “¿A quién estoy mirando mientras canto/toco/hablo?” Sea lo que sea que esté haciendo, si estoy mirando a cualquier otro que no sea Dios para que me libre de todos mis temores, hay muchas probabilidades de que mi rostro no esté resplandeciente.
Oro para que cada domingo, y cada día, sea evidente para todos los que te rodean que tu mente y tu corazón están cautivados por la gracia abundante que Dios nos ha mostrado por medio del sacrificio expiatorio de Su Hijo.
*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com
