Las personas más felices de la Tierra

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

“Servid al Señor con alegría.” (Salmo 100:2a)

A Dios le importa si hay gozo en nuestro corazón cuando le obedecemos. Lo toma tan en serio que, en Deuteronomio, le dice a Israel que serán esclavizados porque “no serviste al Señor tu Dios con alegría y con gozo de corazón” (Deut. 28:47). En el Salmo 32:11 nos manda:
“Alégrense en el Señor y regocíjense, justos; Canten con júbilo todos ustedes los rectos de corazón.” Y Filipenses 4:4 suena en la misma nota: “Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocíjense!”

Obviamente, estos versículos no se refieren a una felicidad superficial que depende del clima, del mercado de valores o de si nuestro equipo gana el Super Bowl. Tampoco el gozo que Dios manda cancela otras emociones como el duelo, la sorpresa o el temor. Todos experimentamos emociones diversas, a veces de manera simultánea. Sin embargo, en la raíz de nuestras vidas, Dios espera que haya un gozo profundo que esté más allá del alcance de nuestras circunstancias. Quiero sugerir tres razones por las que esto es así:

El gozo ayuda a otros a ver la superioridad de seguir a Cristo.

Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría y prosperidad de Salomón, exclamó:
“¡Cuán bienaventurados son tus hombres, cuán bienaventurados estos tus siervos que están delante de ti continuamente y escuchan tu sabiduría!” (1 Reyes 10:8, NBLA). El gozo de los siervos de Salomón reflejaba la calidad de su reinado. Amos duros, exigentes y mezquinos generalmente producen súbditos temerosos, egoístas y tacaños. ¿Qué dice mi vida sobre el tipo de Amo al que sirvo?

El gozo da energía a nuestro servicio.

Mis dos hijos, ambos casados ya, rara vez se sentían motivados a sacar la basura cuando crecían. Siempre que hablábamos del porqué, solían citar la pereza como la causa principal. La pereza definitivamente era un factor, pero nunca me convenció que fuera la raíz del problema. Devon y Jordan jugaban baloncesto, y ninguno de los dos tenía problema para encontrar fuerzas y pasar horas perfeccionando sus habilidades. De hecho, hasta esperaban con entusiasmo los entrenamientos que los dejaban empapados en sudor. Siempre encontramos energía y disciplina para las cosas que nos brindan gozo. En resumen: si estamos felices sirviendo a Dios, será más fácil hacerlo.

El gozo es para lo que fuimos creados.

Dios promete a los redimidos que “gozo eterno coronará sus cabezas” (Is. 51:11), y que el cielo será un lugar donde toda lágrima será enjugada (Apoc. 21:4). Disfrutaremos de delicias a la diestra de Dios para siempre, porque en Su presencia hay plenitud de gozo (Sal. 16:11). Ya que fui creado para un gozo eterno en Dios, tiene sentido que el gozo caracterice mi vida ahora. Pero, ¿puede ser esto verdad? ¿Puedo tener gozo incluso en un mundo lleno de dolor, tragedia, duelo, pobreza y miles de obstáculos para el gozo? ¿Puedo “servir al Señor con alegría” hoy, aun en medio del sufrimiento, el pecado y la tristeza? Sí, pero solo si anclo mi gozo no en los placeres pasajeros de este mundo, sino en la realidad suprema de Jesucristo. Un millón de enemigos buscan alejarme de mi única fuente verdadera de gozo, pero el principal de ellos es mi pecado.

En un libro que acabo de añadir a mi lista de lecturas recomendadas, John Piper escribe: “Mi pecado interior se interpone en el camino de mi plena satisfacción en Dios. Se opone y pervierte mi búsqueda de Dios. Se opone haciendo que otras cosas parezcan más deseables que Dios. Y pervierte haciéndome pensar que estoy buscando gozo en Dios cuando, en realidad, estoy enamorado de Sus dones.”
(Cuando no deseo a Dios, p. 14)

¿Qué amo más: los dones de Dios o a Dios mismo? Mi respuesta a esa pregunta determinará si serviré al Señor con alegría. Dios puede retirar Sus dones. Nunca retirará Su amor de aquellos que ha redimido en Jesucristo. Y por esa razón, podemos experimentar un gozo profundo, apasionado y eterno. Que sea evidente en nuestras vidas cada día que tengamos el gozo de conocer y seguir al Salvador del mundo.

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com