Padre, Hijo y Espíritu

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

Y no se embriaguen con vino, en lo cual hay disolución, sino sean llenos del Espíritu. Hablen entre ustedes con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con su corazón al Señor. Den siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre (Efesios 5:18-20).

En su muy útil libro Father, Son, and Spirit, Bruce Ware escribe:

Muchos cristianos estarán un día delante del Señor conscientes como nunca antes de que pasaron muy poco tiempo conociendo la profundidad y la maravilla de quién es realmente Dios —incluyendo su revelación de sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, el único Dios sobre todo (p. 16). El Dr. Ware continúa diciendo que: “La doctrina de la Trinidad es tanto central como necesaria para que la fe cristiana sea lo que es. Quita la Trinidad, y toda la fe cristiana se desintegra (p. 16).”

Al crecer, pensaba en la Trinidad como una doctrina necesaria pero relativamente sin consecuencias. Sabía que era importante, pero no estaba del todo seguro de por qué. “Dios en tres personas, bendita Trinidad”, era más o menos hasta donde llegaba mi pensamiento. Como era incomprensible, la colocaba en la categoría de cosas que entendería mejor después de morir.

Aunque no tengo duda de que entenderé todo más claramente cuando vea al Señor, mi actitud hacia la doctrina de la Trinidad ha cambiado significativamente en los últimos años. Quiero conocer al Dios a quien adoro. El hecho de que no podamos conocer a Dios completamente no significa que no podamos conocerlo verdaderamente de las maneras en que Él se ha revelado a nosotros.

En su oración sacerdotal, Jesús declaró que la vida eterna es conocer al único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien Él ha enviado (Juan 17:3). La naturaleza misma de nuestra fe implica saber que Dios es de una manera y no de otra. Él es un solo Dios, pero tres personas. Esta no es una doctrina concebida por el hombre, sino que surge de la vida y la adoración del Nuevo Testamento y de la iglesia primitiva. Adoramos al Padre, al Hijo y al Espíritu, quienes existen plena, completa, igualmente y simultáneamente como el único Dios verdadero.

Uno de los pasajes donde esto se manifiesta es Efesios 5:18-20, citado arriba. Nuestro canto a Dios es resultado de estar llenos del Espíritu de Dios. Pero cantamos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, como si Él mismo cantara a través de nosotros. Pero mientras Él canta a través de nosotros, descubrimos que también estamos cantando A Él — “alabando con su corazón al Señor.” Y todo esto se hace con gratitud en nuestros corazones hacia el Padre. Vemos aquí que la adoración es un regalo para nosotros antes que una respuesta. Dios —como Padre, Hijo y Espíritu— inicia, llena, capacita y recibe nuestras canciones de alabanza y gratitud, permitiéndonos entrar en el gozo de la Deidad que ha existido desde toda la eternidad.

Cuán a menudo pensamos en alabar a Dios con canto como una carga, o un deber, o una responsabilidad, o algo para lo que tenemos que animarnos. Todo cambia cuando lo vemos como el regalo de la gracia de Dios dándose a Sí mismo a nosotros. ¿Cómo no aprovechar este privilegio asombroso cantando con frecuencia, cantando fuerte y cantando por largo tiempo para la gloria del Dios trino?

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com