En 1971, el gran predicador del siglo XX, Martyn Lloyd-Jones, compartió estas palabras en una conferencia anual para pastores:
“Debemos evitar estar satisfechos hasta que hayamos tenido alguna manifestación de la actividad de Dios. Debemos concentrarnos en esto. Esta es mi súplica, que nos concentremos en esto, porque es el gran mensaje de la Biblia, tan sustentado por las lecciones de la historia. Eso es, evidentemente, hoy lo único que nos da alguna esperanza al mirar hacia el futuro. Y Dios parece estarnos diciendo eso. ‘Pruébenme ahora. Pónganme a prueba. Arriesguen todo por Mí. Sean necios por amor a Mí. Entréguense completamente a esta creencia.’ Pongámoslo así: ¿Realmente creemos que Dios todavía puede actuar? Esa es la pregunta; ese es el desafío final. ¿O hemos, por razones teológicas u otras, excluido esa posibilidad? Aquí está el asunto crucial. ¿Creemos individual y personalmente que Dios todavía actúa, puede actuar y actuará – en individuos, en grupos de individuos, en iglesias, localidades, quizás incluso en países? ¿Creemos que Él es tan capaz de hacerlo hoy como lo fue en tiempos antiguos – en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento, en el libro de los Hechos, la Reforma Protestante, los Puritanos, el Avivamiento Metodista, 1859, 1904-5? ¿Realmente creemos que Él todavía puede hacerlo? Vean, en última instancia se trata de lo que creen acerca de Dios. Si Él es el gran Jehová – Yo soy el que soy, Yo soy el que seré, inmutable, que no cambia, que no puede cambiar, el Dios eterno y perpetuo – entonces, Él todavía puede hacerlo.”
¿Cómo luce una manifestación de la actividad de Dios? ¿Cómo sabemos que Dios está presente para actuar? La evidencia más significativa de la actividad de Dios es la conversión, cuando un rebelde desafiante es transformado milagrosamente en un amante perdonado de Dios mediante el Evangelio y el poder del Espíritu. La generosidad desbordante y el servicio humilde también pueden ser evidencias de la actividad de Dios. Personas que ya no viven para su propia gloria, sino para la gloria del Salvador, muestran el poder de Dios en acción. Yo me cuento entre los que creen que los dones del Espíritu descritos en varios pasajes del Nuevo Testamento (1 Cor. 12, 14, Ef. 4, etc.), como las impresiones proféticas y la sanidad, continúan hasta el día de hoy. Ellos también son una señal de que Dios está activo entre nosotros.
Sin embargo, me desafía y me hace reflexionar la pregunta de Lloyd-Jones: “¿Realmente creemos que Dios todavía puede actuar?” Está preguntando si tenemos fe para que Dios se mueva entre nosotros de formas claras, distintas y poderosas. Nos está invitando a considerar si nos estamos conformando con una “apariencia de piedad, pero negando su poder” (2 Tim. 3:5). Al final del día, ¿estamos depositando más confianza en la actividad de Dios o en la nuestra? Me doy cuenta de que aún puedo llegar a las reuniones congregacionales de manera que esperar la presencia activa de Dios es casi un pensamiento secundario. Tal vez tú has tenido la misma experiencia.
La Escritura explica la presencia de Dios de diferentes maneras. El Salmo 139 y otros pasajes enseñan que Él está presente en todas partes al mismo tiempo. Una verdadera proeza. Pero también hay muchos ejemplos en la Escritura donde Dios hace sentir su presencia de una forma única. Algunas de estas se esperan, como cuando nos reunimos para compartir la Cena del Señor o cantar Su alabanza (1 Cor. 11:23-32; Ef. 5:18-20). En otras ocasiones, Dios revela su presencia y actividad de formas que sorprenden y conmueven. En 1 Cor. 14:23-25, Pablo parece asumir que eso será algo habitual en nuestras reuniones si estamos respondiendo a la dirección del Espíritu. Los incrédulos caerán y proclamarán: “¡Verdaderamente Dios está entre ustedes!” ¿Cómo respondemos a la penetrante pregunta de Lloyd-Jones – “¿Realmente creemos que Dios todavía puede actuar?” – sin caer en el emocionalismo o idolatrar la experiencia? ¿Cómo mantenemos un equilibrio entre celebrar la presencia de Dios entre nosotros y buscar con expectativa su presencia activa? En nuestra cultura saturada de experiencias pero carente de Dios, es una pregunta importante.
¿Y tú? ¿En qué área necesitas crecer en fe para ver la actividad de Dios en tu vida y en tu iglesia? ¿Cómo has mantenido un equilibrio entre celebrar la presencia prometida de Dios mediante medios ordinarios y esperar su actividad sobrenatural de maneras inesperadas? Seamos expectantes.
*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com