Me descubro volviendo continuamente al tema de predicarme el evangelio a mí mismo. Tal vez sea porque tan fácilmente olvidamos lo que está destinado a ser el resorte principal de nuestras vidas: la relación posible con Dios a través de la obra salvadora de Jesucristo.
He estado pensando en cuál es mi motivación para vivir piadosamente. ¿Cómo permanecemos motivados para buscar una vida de santidad y fruto, sin importar nuestras circunstancias?
Esto es lo que me sucede. Estoy bien durante un tiempo. Los tiempos devocionales van de maravilla, experimento gracia al resistir tentaciones y veo algo de fruto en mi ministerio. Luego algo, no siempre sé qué, sucede que sacude mi “firme” fundamento. Me despierto cansado. Mi esposa me señala algún pecado en mi vida. El consejo que he dado no es escuchado. Tengo un día “difícil”. Sea cual sea la razón, mi celo por Dios disminuye. No estoy tan motivado para buscar las cosas de Dios y mi vida espiritual podría ser calificada como “casi apática”.
Es durante esos tiempos que usualmente sigo uno de dos caminos. El primero está basado en la mentira de que esta apatía desaparecerá si tan solo puedo probar que no soy tan malo. Así que me comprometo a un régimen más estricto de estudio bíblico. Reacciono defensivamente a la crítica y empiezo a señalar los defectos que veo en todos los que me rodean. Trato de animarme a mí mismo buscando cualquier evidencia de que estoy dando fruto en alguna área de mi vida, y me recuerdo las maneras en que Dios me ha usado en el pasado. Aunque ciertamente Dios quiere que seamos edificados al estudiar Su Palabra y ver Su gracia en acción en nuestras vidas, esto es diferente. Es todo un intento lamentable de establecer mi propia justicia frente al claro juicio de Dios contra mí en la cruz.
Pablo tenía una manera diferente de vivir.
Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la Ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, y conocerle a Él, el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser como Él en Su muerte, a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos. (Fil. 3:7-11)
Pablo dice que el objetivo principal de su vida era ser hallado en Cristo, gloriándose en la justicia del Salvador en lugar de la suya propia. Era el conocimiento de esta aceptación ante Dios, obtenida por fe, lo que lo motivaba a soportar el sufrimiento, buscar la piedad y anticipar su propia resurrección.
En su libro, The Gospel for Real Life, Jerry Bridges hace este comentario perspicaz sobre dónde encontramos la motivación para vivir para la gloria de Dios:
“Hay una correlación directa entre la fe en la justicia de Cristo y el celo por la causa de Cristo. Cuanto más considera una persona como pérdida su propia justicia y se aferra por fe a la justicia de Cristo, más motivada estará para vivir y trabajar para Cristo. La misma actividad cristiana puede ser una expresión de nuestra propia justicia con la que creemos ganar el favor de Dios, o puede ser una expresión de amor y gratitud porque ya tenemos Su favor por medio de la justicia de Cristo.” (p. 124)
En otras palabras, si estoy desanimado normalmente no necesito buscar más allá de esto: ¿Estoy confiando en mis propias obras para animarme o estoy mirando y meditando en la justicia de Cristo que me ha sido dada como un regalo en el Evangelio?
Y no cometamos el error de pensar que escuchar esto significa que nos estamos beneficiando de ello. Necesitamos tomarnos tiempo diariamente para alimentar nuestras almas con las verdades del Evangelio. John Owen escribe en The Glory of Christ:
“Es la negligencia de la meditación lo que mantiene a tantos cristianos en un estado débil, a pesar de sus privilegios. Escuchan acerca de estas cosas y asienten a su verdad, o al menos no las cuestionan. Pero nunca meditan solemnemente en ellas.” (p 34)
Tómate tiempo hoy para meditar en la justicia que te ha sido dada como un regalo.
*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com