Recientemente tuve la oportunidad de predicar un mensaje titulado: “Los límites funcionales de la creatividad: ¿Qué tan innovadores podemos ser con el evangelio?” Amo la creatividad, pero creo que Dios ha establecido límites para su uso en las reuniones congregacionales. Estas son algunas de las cosas que compartí.
Pensamientos sobre la creatividad
La Biblia está llena de ejemplos de individuos creativos, incluyendo a Bezalel (Éx. 35:30-35), y David, quien trajo una revolución litúrgica y musical al culto del templo. Pero Dios no siempre se impresiona con nuestra creatividad (Éx. 32; Núm. 3; 2 Sam. 6; 1 Sam. 10).
Puede ser útil pensar en la creatividad como el agua. Cuando el agua está contenida por tuberías, cauces de ríos y orillas del mar, es una bendición. Cuando se mueve más allá de esos límites, puede causar estragos.
En la iglesia, la creatividad no es algo que hacemos, sino una manera en que hacemos algo. Perseguir la creatividad sin preocupación por su función en la iglesia nos confina a buscar siempre la originalidad y la novedad, ignorando la observación de Eclesiastés 1:9 de que “no hay nada nuevo bajo el sol.”
Tres propósitos de la música en la iglesia y sus límites correspondientes
1. Edificar a otros – El limitante de la edificación (Ef. 5:18-19; 1 Cor. 12:4; 1 Cor. 14:12).
El estándar para la música que cantamos no es lo que nos beneficia a nosotros, sino a los demás. Esto requiere conocer a las personas que estamos dirigiendo y estar conscientes de nuestra tendencia a favorecer nuestras propias preferencias.
2. Demostrar nuestra unidad en Cristo – El limitante de la unidad (Rom. 15:5-7).
Dios siempre ha querido que el canto sea una demostración de la unidad de la iglesia, no una causa de su división. Debemos preguntarnos: ¿qué tipo de música permite mejor que el pueblo de Dios —de diferentes generaciones, trasfondos y clases socioeconómicas— canten juntos, para que podamos demostrar en nuestro canto cómo el evangelio nos ha reconciliado no solo con Dios, sino entre nosotros?
3. Permitir que la palabra de Cristo habite abundantemente en nosotros – El limitante del evangelio (Col. 3:16).
La música es una de las formas principales en que Dios quiere profundizar el efecto de su evangelio en nuestras vidas. La música nos ayuda a recordar el evangelio. Puede encender nuestras pasiones por el evangelio. Nos proporciona un medio para expresar emoción por el evangelio. Está destinada a ayudarnos a dejar que la palabra de Cristo, o el evangelio, habite abundantemente en nosotros.
Es demasiado fácil asumir el evangelio. Tenemos que luchar para mantener el evangelio central y prominente en medio de nuestra creatividad. Sin el evangelio, no tenemos relación con Dios y nuestra adoración sigue siendo inaceptable (1 Cor. 2:2; 1 Cor. 15:3; Gál. 6:14; Ef. 2:18; 1 Pe. 2:4-5).
- La creatividad puede distraer del evangelio, afectando su valor.
- La creatividad puede distorsionar el evangelio, afectando su contenido.
- La creatividad puede menospreciar el evangelio, afectando su poder.
El éxito de nuestras reuniones no depende en última instancia de algo creativo que hagamos (nueva iluminación, disposición, arreglos), sino de algo que Dios ya ha hecho. La creatividad no debe usurpar el evangelio de la gracia. Dios puede usar nuestra creatividad, pero no la necesita.
Perseguir la creatividad de una manera que magnifique a Cristo
¿Cómo podemos perseguir la creatividad de una manera que magnifique a Jesús?
Debemos conocer y atesorar las riquezas inconmensurables de la gracia encontradas en Cristo. Debemos valorar la verdad por encima de las melodías y a Cristo por encima de la creatividad. Debemos confiar en el poder del evangelio proclamado. Debemos reconocer que creativo a veces significa viejo, simple y familiar. Debemos cultivar y exponernos a comunidades de pensamiento creativo. Debemos valorar el sonido de la congregación por encima del sonido de cualquier instrumento. Debemos examinar regularmente el fruto a corto y largo plazo de nuestra música. Debemos nunca dejar de hacer preguntas.
Terminé orando para que Dios nos dé sabiduría para establecer las tuberías, cauces y orillas adecuados para nuestra creatividad, de modo que después de hacer nuestro mejor esfuerzo para servir a la iglesia con nuestros dones creativos, tanto creyentes como incrédulos salgan de nuestras reuniones diciendo “¡Qué gran Salvador!” en lugar de: “¡Qué gran creatividad!”.
*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com
