Música: ¿regalo o dios?

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

La música es un muy buen regalo. Las 13,000 canciones en mi iTunes dan testimonio de eso. Muchas veces se me han llenado los ojos de lágrimas al ser conmovido por una letra, una progresión de acordes o una textura musical. He agradecido a Dios por el regalo de la música más veces de las que puedo recordar.

Cada vez que pienso en mi amor por la música, recuerdo lo que Martín Lutero dijo en el prólogo a una colección de motetes corales en 1538:

“Yo, el Doctor Martín Lutero, deseo a todos los amantes del arte libre de la música gracia y paz de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo. Verdaderamente deseo que todos los cristianos amen y consideren digno el hermoso regalo de la música, que es un tesoro precioso, digno y costoso dado a la humanidad por Dios… Una persona que piensa en esto y aun así no considera la música como una creación maravillosa de Dios, en verdad debe ser un patán y no merece ser llamado ser humano; debería permitírsele escuchar nada más que el rebuzno de los asnos y el gruñido de los cerdos.”

Si bien tal vez no queramos emular la actitud de Lutero, la mayoría de nosotros aceptará fácilmente que la música es un regalo de Dios.

Y ese es el problema. La Escritura nos dice que los regalos pueden convertirse en dioses. Las cosas buenas pueden convertirse en ídolos.

En Números 21, los israelitas murmuraron contra Dios y eso resultó en que Él enviara serpientes venenosas. Cuando confesaron su pecado y se arrepintieron, Dios hizo que Moisés forjara una serpiente de bronce y la pusiera en un asta. Cualquiera que mirara la serpiente viviría. Fue un buen regalo. Pero más adelante, en 2 Reyes 18, leemos que Israel había estado ofreciendo sacrificios a la serpiente e incluso le dieron un nombre: Nehustán.

Los buenos regalos pueden convertirse en dioses.

La música pasa de ser un regalo a ser un dios cuando buscamos en ella el gozo, el consuelo, el poder y la satisfacción que solo Dios puede dar. Aquí hay 5 indicadores de que eso podría estar sucediendo:

1. Elegimos asistir a una iglesia o reunión basándonos en la música en lugar de la predicación del evangelio y la Palabra de Dios.

En ninguna parte de la Biblia se nos dice que la iglesia debe reunirse alrededor de la música. Nos reunimos alrededor del Salvador crucificado y resucitado, Jesucristo. Nos reunimos para escuchar la Palabra de Dios en el poder del Espíritu. Efesios 2:13-14 dice que la sangre de Cristo nos une, no la música.

2. No podemos adorar en canto si no es con cierta canción, estilo, líder o sonido.

Cada vez que digo: “No puedo adorar a menos que X suceda, o que X esté presente”, a menos que X sea la muerte de nuestro Salvador en la cruz por nuestros pecados o el poder de su Espíritu, estamos practicando idolatría. En ese momento, X es más importante para nosotros que el mandato de Dios de amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas. Eso no significa que no haya canciones malas, líderes mediocres o estilos inapropiados. Pero ser discerniente es diferente a ser incapaz de adorar a Dios en absoluto.

3. Pensamos que la música nos lleva a la presencia de Dios o trae la presencia de Dios.

Esto es lo que la música puede hacer: afectarnos emocionalmente. Crear un ambiente. Suavizar nuestros corazones para que escuchemos con más atención. Ayudarnos a escuchar las palabras de forma diferente. Distraernos de lo que está pasando. Ayudarnos a enfocarnos en lo que está pasando. Ayudarnos a recordar palabras. Y más.

Esto es lo que la música no puede hacer: hacer que Dios sea más presente. Traer la presencia de Dios. Llevarnos a la presencia de Dios. Manipular a Dios. (Heb. 10:19-22; 1 Tim. 2:5). Hay un solo mediador, y no es una canción, un estilo, un líder o un sonido. Es Jesucristo.

4. Una mala ejecución musical nos lleva a pecar contra otros miembros de la banda o los músicos que nos dirigen.

Difícilmente representamos el corazón de Dios cuando nos enojamos, frustramos o impacientamos con músicos que no tocan según nuestros estándares. Los estándares de Dios son perfección, y fueron cumplidos en Jesucristo, quien vivió una vida perfecta en nuestro lugar y murió como nuestro sustituto, soportando la ira de Dios en nuestro lugar. TODAS nuestras ofrendas, sin importar cuán bien o mal ofrecidas, son perfeccionadas a través de la ofrenda única y definitiva del Salvador. Podemos buscar la excelencia para servir a otros, mientras extendemos a otros la misma gracia que hemos recibido.

5. Un amor por la música ha reemplazado el amor por las cosas de Dios.

Es posible escuchar música que está destruyendo tu alma y estar completamente insensible a ello. Volverte esclavo de un ídolo mientras sientes que te estás liberando. En sus Confesiones, Agustín dijo: “Porque ama demasiado poco a ti aquel que ama algo contigo que no ama por tu causa.” No tengo duda de que amamos la música. Pero, ¿la amamos por causa de Dios o por la nuestra?

En resumen:

  • La música es útil, pero no necesaria.
  • La música es buena. Pero Jesús es mejor.
  • La música es un regalo, pero no un dios.
  • La música no es mi vida. Cristo lo es.

Los dones de Dios están destinados a profundizar nuestra relación con Dios y a crear un afecto renovado por Él. No a reemplazarlo. Que disfrutemos y hagamos música al máximo de nuestras capacidades, todo para la gloria de Aquel que nos la dio para disfrutarla en primer lugar.

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com