¿Amo a Dios?

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

Uno de mis héroes históricos es el escritor de himnos Isaac Watts (1674–1748). Hace dos años, mi hija mayor, Megan, me sorprendió con una copia de 1798 de un libro que Watts había escrito sobre la prioridad de amar a Dios con el corazón.

Como la mayoría de los puritanos, Watts no escatimaba en palabras cuando se trataba de títulos. Su tratado se llama: Discursos sobre el amor de Dios y su influencia sobre todas las pasiones: con un descubrimiento del uso correcto y el abuso de ellas en asuntos de religión. También, una meditación devota anexada a cada discurso.

Leí el libro en pocos días y me animó mucho el enfoque pastoral, bíblico y claro con el que promovía el uso de las emociones en nuestra fe, a la vez que advertía sobre sus peligros. En una sección en particular, comenta sobre la diferencia entre simplemente conocer a Dios mediante la razón y amarlo verdaderamente desde el corazón:

“Supongamos que se nos hubiera dejado solamente al ejercicio de la razón y el juicio para saber cuándo es apropiado comer y beber, sin tener ningún apetito como el hambre o la sed: Es posible, en efecto, que la vida pudiera mantenerse, pero estaríamos propensos a descuidar los momentos apropiados para alimentarnos, y la naturaleza se sostendría de forma débil y apagada, sin el alimento regular y constante que necesitamos, y eso además sin ningún deleite sensible.Pero los intensos apetitos del hambre y la sed están implantados en nuestra misma naturaleza, para despertarnos a tomar nuestro alimento sólido y líquido, y hacerlo con constancia y placer natural.De la misma forma, todas las pasiones fueron incorporadas a nuestra constitución por nuestro gran Creador, para que tuviéramos principios más vigorosos que el mero poder del razonamiento, y así animarnos a actuar con prontitud en toda ocasión justa y apropiada.”

“Supón que me dijeran que mi casa está en llamas a medianoche, y que mi razón fría me informara que, en poco tiempo, tanto yo como mis pertenencias podríamos ser consumidos. Es probable que pensara en buscar algún método para salvarme.Pero la pasión del asombro y del miedo se activa al instante y me impulsa a salir de inmediato para escapar. El miedo fue incorporado a la naturaleza humana para fines como estos. En tales sustos, siempre podemos mover montañas y hacer maravillas, hasta el límite de la fuerza humana, para salvarnos a nosotros mismos o a nuestros seres queridos del fuego.La razón fría, sin pasión, no tendría efectos soberanos ni poderosos.”

“Así es en las cosas de la religión. Una fría información de que la miseria será consecuencia del pecado, o incluso una convicción racional del peligro distante del infierno, sin la pasión del temor, nunca animará al hombre a clamar con urgencia, ‘¿qué debo hacer para escapar de las llamas eternas?’ Es esa pasión del miedo la que lo impulsa a huir por su vida hacia la esperanza que se le presenta en el evangelio, y a escapar como Lot de Sodoma, sin mirar atrás a los atractivos del pecado.”

“Puedo dar ejemplos similares con el afecto del amor divino. Puedo aprender por la razón que debo honrar y obedecer a Dios porque es mi Creador y mi Señor. Puedo estar convencido de la belleza de la virtud y de la excelencia de la religión, y de que todos sus preceptos son razonables; pero estos preceptos ejercerán solo una influencia débil sobre mi práctica y tendrán un impacto muy limitado frente a mis intereses carnales y mis inclinaciones corruptas, si lo único que me mueve es el mero razonamiento diciéndome que es correcto obedecer a Dios. Esto no será suficiente si no tengo un amor afectuoso hacia Dios como Padre y Salvador.”

“Es el conocimiento y la creencia en la verdad del evangelio, unidos al amor a Cristo, mi Redentor, lo que me hace celoso de cumplir con cada deber. El cristianismo mismo es descrito de manera excelente por el apóstol: ‘La fe que obra por el amor’ (Gálatas 5:6). Un simple conocimiento de una persona no nos hace crecer como ella, pero el amor tiene un poder transformador y asimilador: El afecto divino del amor obrará continuamente en nosotros, y no se detendrá hasta habernos hecho semejantes a nuestro amado objeto, hasta habernos hecho santos como Dios es santo, y hasta haber formado el cielo dentro de nosotros.”

Que nuestro conocimiento de Dios alimente siempre nuestra pasión por Él, y que nuestro amor por el Salvador nos motive constantemente a conocerlo mejor.

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com