Predicándome el evangelio a mí mismo

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

Y aunque ustedes antes estaban alejados y eran de ánimo hostil, ocupados en malas obras, sin embargo, ahora Dios los ha reconciliado en Cristo, en Su cuerpo de carne mediante Su muerte, a fin de presentarlos delante de Él santos, sin mancha e irreprensibles. Esto Él lo hará si en verdad permanecen en la fe, bien cimentados y constantes, sin moverse de la esperanza del evangelio que han oído, que fue proclamado a toda la creación debajo del cielo, y del cual yo, Pablo, fui hecho ministro. (Colosenses 1:21-23).

¿Sientes que tu vida emocional es una montaña rusa? ¿Tu perspectiva depende de las pruebas o bendiciones que estás experimentando? Esa no es la intención de Dios. Él quiere que permanezcamos “bien cimentados y constantes, sin movernos de la esperanza del evangelio”. ¿Cómo podemos mantenernos firmes en la esperanza del Evangelio? Predicándonos el Evangelio a nosotros mismos cada día.

La frase “predicarse el Evangelio a uno mismo” la encontré por primera vez en el libro La disciplina de la gracia, de Jerry Bridges, y la he observado durante años en la vida de mi buen amigo C.J. Mahaney. Él ha escrito sobre este tema de forma persuasiva, bíblica y práctica en su excelente libro La vida cruzcéntrica. Lo recomendaría a todo cristiano. Él dice:

“Recordarnos el Evangelio es el hábito diario más importante que podemos establecer. Si el evangelio es la noticia más vital del mundo, y si la salvación por gracia es la verdad que define nuestra existencia, deberíamos crear maneras de sumergirnos en esas verdades cada día. No se permiten días libres.”

¿Tomas a veces un día libre del Evangelio? ¿Es más precioso para ti hoy que el día en que fuiste convertido? Debería serlo. Pero no es raro que los cristianos piensen que el Evangelio es solo para los no creyentes, o para los nuevos creyentes. Tendemos a desconectarnos mentalmente cuando un predicador empieza a explicar lo que significa la muerte de Jesús en la cruz, o cuando cantamos una canción sobre el Evangelio. Al hacer eso, nos desconectamos del fundamento de nuestra fe, del medio de nuestra fortaleza, y de la fuente de nuestro gozo.

En su extraordinario libro Cuando no deseo a Dios, John Piper escribe:

Demasiados cristianos son pasivos en su lucha por el gozo. Me cuentan sobre su condición de falta de gozo, y cuando les pregunto qué estrategias han seguido para vencer ese enemigo, dan la impresión de que son víctimas indefensas: ‘El desánimo simplemente está ahí. ¿Qué puedo hacer? Pero Dios no quiere que seamos pasivos. Él quiere que peleemos la buena batalla de la fe, la batalla por el gozo. Y la estrategia central es: predicarte el evangelio a ti mismo.

Más adelante añade:

“Aquí, en la cruz, es donde se vencen todos los enemigos del gozo: la ira divina, al hacerse maldición por nosotros; la culpa real, al convertirse en nuestro perdón; el quebrantamiento de la ley, al ser nuestra justicia; el alejamiento de Dios, al ser nuestra reconciliación; la esclavitud a Satanás, al ser nuestra redención; la esclavitud al pecado, al ser nuestra libertad; las punzadas de la conciencia, al ser nuestra limpieza; la muerte, al ser nuestra resurrección; el infierno, al ser nuestra vida eterna.”

No tomes ni un solo día libre de predicarte el Evangelio a ti mismo. Haz que sea tu primer pensamiento al despertar, tu último pensamiento al dormirte, y mantenlo presente durante todo el día:

Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero. (1 Timoteo 1:15) ¡Gracias a Dios por Su don indescriptible! (2 Corintios 9:15)

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com