La sangre preciosa

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

Nuestra cultura tiende a hablar de la cruz de una manera que magnifica nuestro valor para Dios en lugar de nuestro pecado contra Él. He visto y escuchado canciones de adoración cuyo punto principal parece ser que Dios envió a Jesús a morir por nosotros porque no podía soportar vivir sin nosotros. Si bien los hijos de Dios son preciosos ante sus ojos, nuestro valor nunca debería ser el fin de nuestra adoración ni la fuente de nuestro gozo.

Por supuesto, todo ser humano tiene un valor intrínseco. Hemos sido creados a imagen de Dios (Gén. 1:27). Como ninguna otra criatura viviente, hombres y mujeres tienen el papel distintivo de representar a Dios ante el resto de la creación, administrando Su gobierno y cuidado. Sin embargo, esa imagen está ahora distorsionada, corrompida y caída por nuestra rebelión contra Dios. Hemos sido trágicamente separados del Dios que merece nuestra completa y total devoción, obediencia y lealtad. 

La cruz es la respuesta de Dios al problema de nuestro pecado y separación. Ciertamente demuestra el amor de Dios hacia nosotros de una manera profundamente incomprensible que debería conmovernos hasta las lágrimas. Pero el amor de Dios por nosotros fluye del hecho de que Él es amor, no de que merezcamos ser amados. Él dijo lo mismo a Israel:

“El Señor no puso Su amor en ustedes ni los escogió por ser ustedes más numerosos que otro pueblo, pues eran el más pequeño de todos los pueblos; 8 mas porque el Señor los amó y guardó el juramento que hizo a sus padres, el Señor los sacó con mano fuerte y los redimió de casa de servidumbre[a], de la mano de Faraón, rey de Egipto.” (Deut. 7:7-8).

Una de las oraciones en El Valle de la Visión lo dice así (he modernizado el lenguaje):

Bendito Señor Jesús,
Ante tu cruz me arrodillo y veo la atrocidad de mi pecado,
Mi iniquidad que causó que fueras ‘hecho maldición’,
El mal que provoca la severidad de la ira divina .
Muéstrame la enormidad de mi culpa por medio de
La corona de espinas,
Las manos y pies traspasados,
El cuerpo magullado,
Los gritos de agonía.
Tu sangre es la sangre del Dios encarnado,
Su valor es infinito, su precio más allá de toda comprensión.
Infinito debe ser el mal y la culpa que exigen tal precio.

Cuando pienso que mis pecados por sí solos requirieron la muerte del propio Hijo de Dios para que yo pudiera tener una relación con Dios, produce las respuestas correctas de dolor, asombro, maravilla, convicción, humildad, gratitud, santidad y compromiso con el Reino de Dios. Así que, la oración termina:

Sin embargo, tus compasiones se conmueven por mí,
Tu corazón corre a mi rescate,
Tu amor soportó mi maldición,
Tu misericordia llevó las heridas que yo merecía.
Permíteme andar humildemente en las profundidades más bajas de la humillación,
Bañado en tu sangre,
Tierno de conciencia,
Triunfando gloriosamente como heredero de la salvación.

Que triunfes gloriosamente hoy, sabiendo que la preciosa sangre de Jesucristo ha pagado por tus pecados – cada uno de ellos.

*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com