Encontrar significado y propósito

Escrito por: Bob Kauflin

Director de Gracia Soberana Música

Bruce Springsteen está de gira otra vez. Nunca he sido fan de Springsteen, pero su música ha impactado a millones. Recientemente, Scott Pelley entrevistó a Springsteen para el programa de televisión 60 Minutes. Su concierto fue descrito como “parte circo, fiesta bailable, mitin político y avivamiento bajo una gran carpa”. Aquí tienes un fragmento de la entrevista, con el lenguaje callejero:

—Debes de valer, al tanteo, más de 100 millones de dólares. ¿Por qué sigues de gira? No tienes que hacer esto —observa Pelley.
—¿Qué más haría? ¿Tienes alguna idea? —pregunta Springsteen—. ¿Tienes alguna sugerencia? O sea, ¿voy a dedicarme a la jardinería? ¿Por qué habría de parar? Tocas música y, ya sabes, hombres adultos lloran. Y las mujeres bailan. Por eso lo haces.
—Es bueno ser una estrella de rock —dice Pelley.
—Yo diría que sí lo es —responde Springsteen—. Pero puedo vivir sin lo de la estrella. Lo que no puedo vivir es sin la música. Así es como se da para mí, ¿sabes? Tengo un ego tan grande como cualquiera y disfruto la atención. Mi hijo tiene una palabra para eso, lo llama “Atención Loca”. Pero tienes que ser uno de esos, si no, ¿por qué estarías frente a miles de personas, ya sabes, moviendo el trasero? Pero al mismo tiempo, cuando se trata de lo esencial, es por cómo me hace sentir. Lo hago por cómo me hace sentir cuando lo hago. Me da sentido, me da propósito —explica Springsteen.

Escuchar a Springsteen hablar sobre por qué hace lo que hace me hizo darme cuenta nuevamente de cuán diferente es dirigir adoración congregacional de ser una estrella de rock, aunque a veces la línea puede parecer borrosa, tanto en nuestra cultura como en nuestros corazones. Aquí algunos contrastes:

“La música es lo que necesito para vivir.”
Amo la música. He estado tocando música los últimos 46 años, y profesionalmente durante treinta y cinco. En este momento tengo cerca de 40 días de música en mi iTunes y iPod. Pero si tuviera que elegir, podría vivir sin música. Es a Jesús a quien no puedo dejar de tener, en todo el sentido de la palabra. La música es solo una de tantas bendiciones de Dios, destinada a dirigir nuestra atención hacia el Dador y a crear afecto fresco por el Dios que da todo don perfecto (Santiago 1:17).

“Disfruto la atención… si no, ¿por qué estarías frente a miles de personas?”
Ya sea que estemos frente a diez personas o a diez mil, todos podemos anhelar lo mismo: atención. Queremos ser el centro del mundo, aunque sea por unos momentos, pensando que merecemos al menos una porción de la gloria que solo le pertenece a Dios.

Pero hay otras razones por las cuales uno puede querer estar frente a las personas, y no tienen nada que ver con nosotros mismos. Podemos querer dirigir la mirada de las personas hacia el Salvador incomparable, cuya gloria no tiene límites. Pablo lo expresó así: “Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo” (Gál. 6:14).

Toda nuestra habilidad musical, todos nuestros arreglos creativos, todo nuestro dominio técnico puede impresionar a la gente, pero ciertamente no impresiona a Dios. Él es quien nos dio todo lo que tenemos y también la capacidad para desarrollarlo. Nuestro objetivo al dirigir a las personas es comunicar, a través de nuestros gestos, voces, cuerpos y rostros, que Jesucristo es un gran Salvador, y que Dios es digno de ser amado, confiado y obedecido con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza.

“Cuando se trata de lo esencial, es por cómo me hace sentir.”
Guiar a las personas a alabar y encontrarse con Dios puede ser una experiencia profundamente satisfactoria. He llorado, reído de gozo, gritado, quedado asombrado y sido abrumado por el sentido de la presencia de Dios. Pero no dirigimos la adoración por cómo nos hace sentir. Nuestro objetivo no es alcanzar un éxtasis musical. Dirigimos la adoración porque a Jesús se le ha dado el nombre sobre todo nombre y es digno de adoración. Idealmente, ya estamos experimentando la paz, el gozo y la fortaleza del Espíritu Santo al subir a dirigir a otros, y queremos que ellos beban de la misma fuente de gracia del Evangelio que nosotros estamos disfrutando.

“Lo hago por cómo me hace sentir cuando lo hago. Me da sentido, me da propósito.”
Si la buena sensación que tengo al estar en el centro de atención es donde encuentro mi significado y propósito, entonces vivo en un mundo muy pequeño. Dios nos creó para encontrar nuestro significado en Jesucristo: sus propósitos, sus planes y su exaltación. Llegará el día en que todo lo que hay en el cielo y en la tierra estará sujeto a Jesucristo para la gloria suprema del Padre (1 Cor. 15:28). Pablo consideraba todas sus ganancias y logros como pérdida en comparación con la incomparable grandeza de conocer a Cristo Jesús el Señor. Nos dice que “Cristo es nuestra vida” (Col. 3:4). Jesús mismo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14:6). Lo que nos da significado y propósito no es lo que hacemos por Dios o por otros, sino lo que Dios ha hecho por nosotros al enviar a su Hijo para expiar nuestros pecados y librarnos de nuestro yo pecaminoso. Él nos ha liberado de estar centrados en nuestras propias vidas para ser abrumados y rendidos ante su bondad, grandeza y hermosura.

Nos hemos beneficiado mucho de los avances musicales y tecnológicos de las últimas décadas. Y dirigir una banda no significa que tengamos la misma actitud que Bruce Springsteen. Pero necesitamos tener claro qué papel juega la música en nuestra adoración y el lugar que ocupa en nuestros corazones. No podemos pensar y actuar como estrellas de rock y al mismo tiempo exaltar al Mesías crucificado.


*Originalmente publicado por Bob Kauflin en worshipmatters.com